El dolor, la incertidumbre y el miedo fueron reemplazados por sonrisas, gratitud y nuevos comienzos. Así lo relatan cinco pacientes que encontraron en el Hospital IGSS de Mazatenango no solo atención médica, sino una verdadera oportunidad de recuperar sus vidas.

Beatriz Campos de Quiñónez, docente, convivió años con el dolor en sus rodillas. Los constantes viajes a la capital no daban solución a su artrosis, hasta que un día, en Mazatenango, le ofrecieron una cirugía para reemplazar ambas articulaciones. “En un mes ya estaba operada y hoy camino sin dolor. Ya puedo regresar a dar clases con la seguridad de poder estar de pie frente a mis alumnas”, dice emocionada.

Max Gallardo, docente, tuvo un accidente que dañó su dentadura. La clínica maxilofacial del IGSS fue su salvación. “En menos de una semana me operaron y hoy sonrío sin miedo. No tuve que viajar a la capital ni asumir gastos imposibles”, recuerda con alivio.

Grecia Leiva, joven apasionada por el deporte, sufrió una grave lesión en la rodilla jugando baloncesto. Un médico privado le advirtió que el IGSS tardaría en operarla, pero en menos de un mes ya estaba en el quirófano. “Salí caminando, sin muletas, lista para volver a entrenar. Aquí en el IGSS encontré una atención rápida y cálida que superó mis expectativas”, afirma.

César Augusto Santay, víctima de un accidente en motocicleta, agradece la pronta atención que evitó complicaciones mayores. “En solo una semana me operaron. Me siento como si nunca hubiera pasado nada”, asegura.

Erika Raquel Pérez, médico general, vivió ocho años con dolor tras una cirugía fallida en otro hospital. La llegada de especialistas en mano a Mazatenango le devolvió la esperanza. “Hoy no solo puedo trabajar sin molestias; recuperé la fuerza en mi brazo y la calidad de vida que había perdido”, comenta agradecida.

Estas historias reflejan el impacto de contar con servicios especializados cerca de casa. Para ellos, el IGSS Mazatenango no solo es un hospital; es el lugar donde recuperaron su salud, su ánimo y su futuro.